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Ni los ejércitos del amanecer se atreven a mantener su formación cuando escuchan el lejano estruendo de los cascos que auguran la helada noche que se aproxima. Saben que ese escalofrío que les llega hasta los huesos solo puede significar una cosa: Hecarim está cerca. Cuando desciende, cabalgando al frente de una legión de jinetes envueltos en sombras, todo queda sumido en una caótica masacre.