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Tan pronto como Sion conoció la vida, conoció la ira: una ira que le arrancó las ataduras de la mesa del quirófano; una ira que aplastó los huesos de aquellos hombres que intentaron jugar con el milagro de la Creación; una ira que no fue, y que nunca sería, el segundo ángel mecánico que esperaban construir. Sion conoció la ira y también la conocerá el mundo.