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Detrás de esa armadura, había un Sion de carne y hueso, como toda Mano de Noxus que le precedió. Pero, una vez que decidía entrar a la arena, su rugido hacía temblar el graderío, dando paso al despliegue sangriento de su hacha atravesando cada hueso. El solo eco de su pisada aterrorizaba al más experimentado de los gladiadores... Y el público se deleitaba con semejante demostración.