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En la espada de Yasuo, el verdugo ceremonial del culto de la Luna de Sangre, habita un demonio insidioso y sediento de sangre cuyo apetito por la muerte nunca encuentra satisfacción. Esto le sienta bien a Yasuo, puesto que está poseído por una oscuridad interior aún más profunda que la de la criatura que le susurra al lado.