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En una esquina retirada del bosque Akana, Soraka llora por aquellos que ha perdido. Deseaba salvar todas aquellas vidas que habían acabado demasiado pronto, pero por tantos que la reciben como salvadora, hay otros que ven su poder como una despiadada crueldad. Para el espíritu de la misericordia, la muerte nunca es una bendición.