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El sabio Zilean inclinó la cabeza en señal de súplica mientras ocupaba el lugar del cazador ante el juicio de la Aurora. Le rogaba más poder para calmar los espíritus de sus fieles. Conforme hablaba, no se dio cuenta de que el brillo de la Aurora se había vuelto rojo, tal y como se podía ver en el cabello de Polaris, ante su fingida humildad. Algo se agitaba en su interior; una ventisca.