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El Dragón de Acero, felizmente acurrucado en una guarida cavernosa entre sus tesoros, necesitaba a alguien con talento para adquirir nuevos tesoros esotéricos, y su mirada se posó en Thresh. Honrado por ser de ayuda, el apetito insaciable de Thresh por la adquisición se convirtió en obsesión. Ahora no se detiene ante nada para obtener lo que quiere y justifica su crueldad en nombre de su benefactor.