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El jardín al que llamaba hogar fue reducido a cenizas ante sus propios ojos. Mientras otros se refugiaban en la soledad, Yorick dejó que la rabia lo consumiera. Las flores y los árboles que florecen al paso del Espíritu de la Ruina son inquietantes, y los jardineros que los cuidan aúllan como criaturas de la noche.