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Las sacerdotisas de la Luna de Sangre recorren sus propios caminos y se alejan a grandes distancias del culto para cumplir con los susurros de sus demonios. Akali, una figura meditativa que vive en lo profundo del bosque cubierto de nieve, fue la primera mujer en abrazar su oscuridad interior y hablar directamente con la misma Luna de Sangre.