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La Dama de la Casa Solari levanta su barbilla contra el viento abrasador. Adelante yace la salvación de su familia: el Ferrocarril Sulfúreo, que transporta la fortuna familiar robada mientras atraviesa el desierto agitado. Lo único que se interpone en su camino es el Demonio Mecánico. Su espada zumba como cigarras en el crepúsculo. Las mariposas se reúnen. Es hora de que cabalguen los Heraldos.