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Shen, un devoto seguidor de los principios que le enseñó su líder antes de ser asesinado, sigue recorriendo las tierras del castillo, blandiendo la espada de su maestro junto a la suya. En cierta medida, cada golpe que asestan los viajeros ávidos de riquezas ancestrales contra su armadura hace que reconozca que su guardia ya no tiene sentido. No obstante, la vida debe tener un propósito, incluso una vida interminable como la suya.